Las noticias revelan de manera terrorífica que El Salvador se ha convertido en uno de los países más violentos de América Latina. Posee un promedio de 12 a 13 muertes por día. Las pérdidas económicas y sociales son elevadas. Los medios de comunicación están enfocados en recordar a diario lo antes expuesto, de tal manera que parezca una crisis del siglo XXI.
La perspectiva que de dicho conflicto se presenta es la de una endemia. Enfermedad a la que el pueblo salvadoreño se vio obligado a sufrir después del cambio gubernamental. Los sufragios llevados a cabo en el 2009 dieron como vencedor a Mauricio Funes, postulado por el FMLN, principal partido de oposición.
Desde este punto de vista, los cambios ideológicos y políticos trajeron nefastas consecuencias a esta pequeña nación. La cantidad de muertos se disparó de nueve a trece diarios. Pareciera que jamás hubo tal cantidad de crímenes en el país.
Según el informe del PNUD (Programa de las Naciones Unidas Para el Desarrollo), en El Salvador se invierte el doble de los presupuestos asignados al Ministerio de Salud y al Ministerio de Educación. A pesar de ello, no se observan resultados contundentes que comprueben lo contrario.
Lejos estamos de concebir el origen de la violencia en la pos-guerra. En investigaciones realizadas por la revista ECA se considera que la violencia en El Salvador no es reciente. Los registros y estadísticas arrojan datos extraordinarios. El Salvador para 1996 ya poseía las tasas más altas de homicidios del continente, inclusive antes de los años ochenta.
Las diversas encuestas y estudios sobre criminalidad concuerdan en que al menos uno de cada tres salvadoreños sufre algún tipo de robo o hurto en el lapso de un año. Estos delitos carecen de seguimiento judicial porque en raras ocasiones son denunciados a las autoridades. Es “inconcebible” el nivel de violencia, como lo acota el Arzobispo Escobar Alas. De esta forma queda comprobado que la dificultad atravesada por esta pequeña nación, posee diversas causas que van desde los malos manejos en fondos gubernamentales, la represión a las masas populares, el irrespeto a los derechos de los salvadoreños etc.
Fácil resulta culpar de errores propios a quien resulta electo en el poder. Almacenar deudas políticas, económicas y judiciales ha sido por años la matriz de la impunidad de marcados gobiernos tradicionalistas. Estos mismos que abogan por la erradicación de los derechos fundamentales en aras de la mezquindad e individualidad de aquellos que poseen los medios de producción de manera casi feudal.
Resulta a su vez interesante, que un nuevo poder se erige en una nación tan pequeña. Se observa los linderos de la irrealidad con la llegada de los monstruos televisivos, éstos que denigran a quien es su opositor y exaltan a quien ejerce su hegemónico liderazgo.
En vista de lo anterior, todos los sectores son llamados a participar en la pronta erradicación del cáncer que carcome una sociedad golpeada por los homicidios y robos. A participar activamente en la toma independiente de opiniones, sin vernos afectados por los medios de comunicación. Estos medios que recurren a un sinfín de argucias con el afán de desvirtuar la realidad de un país que día a día se desangra en manos de impunes delincuentes. Aquellos, que gobiernan sentados frente a un escritorio y masticando palabras insensatas, los que atraviesan el umbral de la porquería… perdón… politiquería. A ellos va este llamado de atención.
Susana Avalos
Marzo 25 de 2010